Por: Antonio Vicent Rodríguez @aeroelastico
Llegamos a la estación de partida. Allí estaba nuestro trencito campestre, esperando a sus ansiosos pasajeros. Un trencito blanco y azul, de vapor vaporoso, como aquellos que hacían soñar a los primeros viajeros ferroviarios. Un trencito de juguete, de caramelo, con sus pasajeros alborotados y juguetones como niños con zapatos nuevos.
Y partió de la estación, a la hora en punto. Hermosos chaguaramos flanqueaban las vías, esbeltos, silueteados en ese cielo azul fundido con la espesura de las colinas circundantes.
“Quizá estemos tocando el cielo”, pensaban algunos pasajeros.
Chuuuu Chuuuuu Chuuuuuu y el trencito seguía con su mañanero tran tran; pasamos por delante de una bodega con ventilación natural: vegetación por todas sus paredes, por todo su tejado, por encima de toda ella. Una bodeguita que lleva a la misma temperatura más de cien
años quizá, sin otro aire acondicionado que el de la propia naturaleza.
Y partió de la estación, a la hora en punto. Hermosos chaguaramos flanqueaban las vías, esbeltos, silueteados en ese cielo azul fundido con la espesura de las colinas circundantes.
“Quizá estemos tocando el cielo”, pensaban algunos pasajeros.
Chuuuu Chuuuuu Chuuuuuu y el trencito seguía con su mañanero tran tran; pasamos por delante de una bodega con ventilación natural: vegetación por todas sus paredes, por todo su tejado, por encima de toda ella. Una bodeguita que lleva a la misma temperatura más de cien
años quizá, sin otro aire acondicionado que el de la propia naturaleza.
Pasamos por en medio de tanques y tuberías y más depósitos y más conducciones, mas no
temíamos extraviarnos puesto que una voz de caña de azúcar nos explicaba sin tregua para que servía cada cosa: cada una en su sitio, cada tubería, cada tanque con su misión concreta, y todas llenas de promesas de buenos ratos con los amigos, quién sabe si con algún famoso
también.
Gracias trencito por este buen rato que nos has hecho pasar, nunca olvidaremos tu tran trán. Y
correremos la voz, para que todos sepan de buena tinta donde disfrutar, en tan azaroso rincón
del mundo, de un paseo tranquilo y gozoso flanqueado por esbeltos centinelas y bajo el cielo
de incontables azules.
también.
Gracias trencito por este buen rato que nos has hecho pasar, nunca olvidaremos tu tran trán. Y
correremos la voz, para que todos sepan de buena tinta donde disfrutar, en tan azaroso rincón
del mundo, de un paseo tranquilo y gozoso flanqueado por esbeltos centinelas y bajo el cielo
de incontables azules.